Luchar es difícil cuando es contra ti.

''La guerra más difícil es la de contra uno mismo."


Hacía mucho tiempo que la mesa de escritorio no se llenaba de lágrimas de esta manera.
Hacia mucho que en tu cabeza no retumbaba una y otra vez eso de "tienes que cambiar."
Habías confiado en que eso se había acabado. En que tampoco era tan grave, ¿no?
Pues si lo era. Si lo es.
Has vuelto a caer.
Has vuelto a repetírtelo.
"Pero es que, ¿se puede saber que te pasa?"
Esa era la frase del día aquella vez.
Y vuelve a serlo.
Vuelves a caer.
Has vuelto a fallar. A las personas que más quieres. Y a ti misma. Sobre todo a ti misma.
Porque hubo una vez en la que te dijiste que ibas cambiar, porque eso de fastidiar todo cada vez que abrías la boca no era de tu estilo. Porque te dijiste que no te la ibas a jugar más a la mala suerte asegurada, es decir, a perder a aquellas personas con las que sabes que si te faltan, no puedes seguir.
Te dijiste que tenías que mantener a aquellos de quienes tu felicidad depende, porque ni puedes ni quieres vivir sin ellos. Te dijiste a ti misma miles de veces, lo recuerdo bien, que no volverías a ser una niñata al puro estilo quinceañero, porque, aun que no lo fueras, eso significaba actuar como tal. Actuar como si tuvieras que ser el centro de atención de todos y cada uno de los que te rodean. Eres Leo y os encanta ser el maldito centro de atención, pero joder, hay límites. Y tú mejor que nadie lo sabes. Porque también te dijiste que no ibas a sobrepasar nunca más el límite del orgullo propio, por nadie. Y menos por la gente a la que necesitas de Lunes a Domingo. Te dijiste que no ibas a ser tan cruel. Te dijiste que, aunque te encantara llevar un orden magnifico de todo, los demás pueden hacer lo que quieran sin necesidad de necesitarte. Lo admitiste. Te dijiste que a lo mejor no eres tan importante. Lo aceptaste.
Pero has caído.
Y al caer, has hundido el barco.
El mundo se te cae encima.
Has fallado.
A ti y a todos. Porque no has cambiado. Has vuelto a abrir la boca y a fastidiarlo. Has vuelto a mirar a la mala suerte de cerca. Muy cerca. No has protegido lo que querías que fuera tuyo y tampoco has mantenido a esos por los que tu felicidad aumenta diariamente.
¿De verdad has llegado a pensar que puedes vivir sin ellos?
Has fallado, de verdad.
Porque has vuelto a actuar como una niña de quince años. Como si todos tuvieran que estar pendiente de ti los ocho días de la semana. Porque a ellos les importa una mierda que seas Leo y a veces vivas de eso, ellos te demostrarán lo que te quieren cuando te lo merezcas. Y no te lo estás mereciendo.
Porque has sobrepasado, otra vez, el límite del orgullo. Tú por encima de todo y de todos.
¿Pero eso qué es? "Tú eres tonta, hija."
Y lo peor que has podido hacer ha sido jugártela a perder a las personas con las que sabes que sin ellas, se te haría imposible seguir adelante.
"Imponte cuando tengas que hacerlo, no cuando solo tú creas que tienes que hacerlo.
A lo mejor te estás equivocando."
Y jamás vuelvas a arriesgarte.
Ni se te ocurra.
Porque tal vez, si no cambias, la próxima vez ocurrirá.
Y tal vez, si no cambias, será cierto que no podrás seguir.




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