No soy a prueba de balas.

Por mucho que estuviéramos en septiembre, las personas no podían permitirse vestir ropa de otoño porque aquel calor era horrible.
Ella había empezado las clases tres días atrás, y todavía todo era demasiado nuevo para ella. Todavía nada era suficiente para olvidar el verano que, por desgracia, ya había pasado por completo.
19 del 11.
Aquel día se levantó 15 minutos más tarde de lo normal, no tenía ni la ropa ni los libros preparados. Se había olvidado de todo. Si por ella fuera, es posible que se le hubiera olvidado despertarse. Cuando logró sacar el cuerpo de su cama, se limitó a hacer un movimiento leve de cabeza para simular un "buenos días" hacia su madre. Cuando se dio cuenta de que su vida tenía que continuar fuera el día que fuese, se vistió con uno de los 7 vaqueros que tenía, y una de las 25 camisetas negras que coleccionaba. 
"Anímate, que ya queda menos para el viernes." Eso fue lo primero que escuchó en todo el día, y venía desde la cocina. Eso y el ruido de la cuchara chocando con el vaso del café que le estaba preparando.
Eso en parte era malo.
Cada vez que su madre le preparaba un café significaba que, con la cara que tendría al levantarse, era suficiente para saber que ese día no sería bueno.
Y por si fuera poco, el día que la esperaba a fuera era horrible. Nubes, niebla, viento, frío. Solo podía llover para que fuera peor. Pero bastaba decirlo para que ocurriera.
Ella siempre le saca algo bueno a todo, incluso al temporal de las 7:30 de la mañana. Cuando llovía, le encantaba el olor de la tierra mojada. Cuando hacía viento, le gustaba que su pelo fuera para atrás o para delante, le daba igual. Le gustaba de las dos maneras. Cuando había nubes, buscaba dibujos, formas, significados. Cuando había niebla, se imaginaba que era una película de terror; aun que, ¿qué peor terror que un Lunes?
Ese día hacía de todo. Y no encontró nada positivo. Ese día no. A nada.
A las 10:15 seguía sin ser persona, pero se fijó en como sonreía ese chico del año pasado que tanto la hizo reír. Era un amigo. Con el que había hablado de vez en cuando el mes de verano. Y el que es posible que haya conseguido sacar a otra persona de su cabeza, aun que fuera una mínima parte. Él la miró, y le bastó mirarla a los ojos para saber que la pasaba algo. Pero también sabía que si la preguntaban una vez más que qué la pasaba, ella estallaría. Así que se limitó a sonreírla y a intentar alegrarla el día con eso. Le iba conociendo poco a poco.
Ella observaba como se reía, como escribía, como borraba sus errores y los arreglaba, como tecleaba, como se emocionaba cuando le salía algo bien. Y todo eso a ella, no sabe cómo, le empezó a gustar.
Pero de repente, después de haber estado casi una hora y media callada y observando todo lo demás, ocurrió. Apareció alguien que no la conocía absolutamente de nada, y la preguntó.
-Ey! ¿Qué te pasa? Hoy no pareces estar bien.
“¿Por qué a mi, señor?” pensaba una y otra vez.
-  Nada. Estoy muy cansada. Simplemente.
Y quien la conocía sabía que esa respuesta falsa, pero claro, ¿quien era la persona que la conocía? ¿Quién sería la persona que sabría como estaría en ese justo momento, ese día y a esa hora? Ella lo sabía.
“¿Por qué me arriesgaría a perderte? ¿Por qué? Soy estúpida.
He perdido a la única persona que sabe que es lo que me pasa en este instante. Al único que es capaz de hacer del día 19 de Septiembre un día cualquiera, por muy malo que sea. Tú hacías que el número 19 no existiera. Hacías que cualquier día malo no se atreviera a aparecer por mi vida una vez más.
Y mírame, estoy deseando que vuelvas.
Para poder mirar a alguien y poder decir con los ojos lo que me ocurre. Deseando que vuelva esa persona que se sabe todos y cada uno de mis movimientos. Todas mis manías. Solo tú sabes cuando estoy nerviosa, cuando no puedo si quiera levantar cabeza. Sabes cuando estoy cabreada. Sabes que es lo que más me hace feliz, y que es lo que más odio en este mundo. Y eres capaz de estar repitiendo una y otra vez lo que me hace reír con tal de verme hacerlo. No te cansabas de mí nunca, y eso era lo más bonito que ha hecho una persona por mí jamás.
Eras ese alguien que me hacía levantarme de la cama con un pensamiento más que positivo. Ese que no solo ponía su hombro para que me apoyara, podía cogerte el brazo entero que no pasaba nada.
Te sabes lo que significan todas y cada una de mis lágrimas, y todas y cada una de mis sonrisas. Tú eras el que era capaz de normalizar mi vida por mucho que me ocurrieran cosas horribles. Y el que me hizo ver que había que echarle cojones a todo esto para pensar solo en mí misma y en mi felicidad.
Fuiste mi ejemplo a seguir en muchas ocasiones.
Eras el único que tenía valor de decirme la verdad por mucho que doliera. No me decías lo que yo quería oír. Y eso era lo que más me gustaba de ti.
Nunca nos hicimos una foto. Pero no me hace falta para acordarme de todo lo que he vivido contigo.
Era espectacular como con una mirada podías saber con quién había discutido ese mismo día, no sé cómo lo hacías, de verdad, pero te sabías toda mi vida sin haberme dicho jamás un ‘¿qué te pasa?’ y eso es increíble.
Me mirabas de reojo, tío, de reojo, y sonreías. Y yo lo hacía por tu culpa. Era complicidad absoluta. Siempre pensé que serías mi cómplice toda la vida. Y lo sigo pensando.
He hecho cosas que nunca pensaba hacer, por ti. No por quien eres, si no por lo que has hecho conmigo. Me metiste en la cabeza que tengo que seguir y seguir. Nunca caer, ni mirar atrás.
Me entendías. Y eso era lo que yo buscaba en una persona. Y lo que vuelvo a buscar.
Eramos la misma persona, joder. Y te perdí. Y qué putada. 
Conseguiste conocerme mejor que yo misma. Algo que odio. Pero tú conseguías que hasta eso me gustara. Eras increíble tío, y lo eres. 
Y mírame.
Mirando a un chaval que parece que poco a poco consigue lo que tú, pero ¿para qué nos vamos a engañar? Nadie, nunca, podrá.
Y tengo miedo de pensar en esto, de que sea verdad.
Acabaré sin decir palabra de nada, sin poder encontrar a nadie así.
Terminaré haciendo algo que odiábamos los dos. Mentir.”

Por eso ella callaba, porque solamente pensaba en esa persona, en que era irreemplazable y única.
Y porque prefería mil veces callar a mentir.
Pero no se daba cuenta que cada vez que le preguntaban que le pasaba, ya estaba mintiendo.
Y posiblemente solo existiría una persona en su vida a quien no podía mentir si le hacían esa misma pregunta.

Y eso, ella lo calificaba como algo “verdaderamente triste”.

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